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Opinión

Manual anti-político

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Lea el artículo del Embajador de Venezuela en Bolivia, César Trómpiz

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anti política

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Los actos de la política tienen una distinción clave con los de la guerra: no buscan derramar la sangre del adversario. Cuando se pretende eliminar al adversario, eliminar al otro, se convierte en un acto deliberado de violencia que supera la razón política y se inclina por la razón de guerra. Esta última, en buen idioma bolivariano, solo se justifica si está en la búsqueda de la paz, por lo demás, es un despropósito en sí misma. Los grupos de odio que se esfuerzan por copar espacios de la política no son políticos, son grupos de odio, de guerra, de eliminación del enemigo: no saben qué es un adversario. El fascismo se alimenta de esa visión maniquea de amigos y enemigos para eliminar la otredad y construir un actor único en el espacio público. Aquí vamos a enumerar lo que no es política, con el firme propósito de que el lector pueda distinguir entre lo político y lo no político en la realidad de su propio contexto.

No es político dejar de participar en las elecciones de un país para alejar a la población que te sigue del espacio de decisión pública y hacer una tienda aparte de las instituciones. Esto es el absurdo de la política y es la primera señal de querer deslegitimar, con el poco o mucho liderazgo que se tenga, a las instituciones participativas de una nación.

No es político llamar a invadir a tu país sobre la base de ningún tipo de argumento. Esto es un acto de guerra que debería ser penado con la pérdida de la nacionalidad y el destierro definitivo de la persona. Sin embargo, la pena máxima en Venezuela es de 30 años, cosa que parece muy poco para la magnitud del daño que se hace solo con el hecho de ir a pedir semejante barbaridad. En países del llamado primer mundo se mantiene la pena de muerte para quien haga semejante disparate. Esto no es un acto de política, por lo tanto, no puede ser considerado dentro del debate de las ideas y no debería tener cabida en los espacios de la opinión pública; deberían ser legítimamente censurados los mensajes que traten de incitar a la sociedad a aceptar esas ideas destructivas de la soberanía nacional

No es político organizar a delincuentes y distribuirlos por el país con la idea de atentar contra la vida de otras personas que piensan distinto a tu forma de pensar. Constituirlos en «comanditos», relacionarlos con comunidades y luego mandarlos a buscar personas para lincharlas o asesinarlas por ser «chavistas» es un acto de delincuencia organizada cuya pena está prevista en el código penal. Hacer esto con el encubrimiento de un partido político constituye un delito mayor, porque incluye el delito de fraude a la sociedad que de alguna forma pudo haber creído que formaba parte de un esfuerzo político y no de un esfuerzo delincuencial.

No es político organizar grupos de opinión, ahora llamados influencers, para que insulten, amenacen y ataquen a personas que quieren a su país y aman la paz. Los múltiples delitos asociados a la promoción del odio que se derivan de esta acción incluyen hasta la tentativa de homicidio en muchos casos. Es un acto deliberado de propaganda de guerra establecer una línea. de acción destructiva contra las personas que piensan distinto; en algunas legislaciones se tratan estas acciones como actos deliberados de terrorismo, según el tipo de audiencia o personas amenazadas.

No es político asociarte con una potencia extranjera para que bloquee a tu país y le provoque pérdidas de hasta seiscientos mil millones de dólares (600.000.000.000), creando una crisis de carácter financiero y un daño estructural a la economía de 30 millones de personas. Salir a celebraría en los medios de comunicación a tu alcance y presentarlo como tu tarjeta de éxitos de «gestión política» es un contrasentido y un acto contra la humanidad de las personas del país víctima de semejante acción. Esto no es un acto dentro de la política, solo puede interpretarse como el de una potencia exterior actuando a través de títeres internos de un Estado agredido al que solo se pretende eliminar en su totalidad.

No es político aliarte con tus amigos de la industria de la tecnología y el arte para censurar las expresiones de cantantes, poetas, escritores, artistas en general que quieran tener una posición soberana hacia su propio país. Tampoco es político catalogar de enemigo a cualquier expresión de arte que se te oponga a esa visión de invasiones o guerras que quieres provocar contra el pueblo de tu nación para satisfacer tus ambiciones personales y de grupo.

No es político promover la censura de medios de comunicación solo porque no pertenecen a tu «mundo libre», y salir a la calle a celebrar esta acción como un acto de «libertad de expresión es aún peor. La censura de las ideas contrarias es el comienzo de la escalada de la eliminación de la conversación, un asunto clave para que exista la política y se evite, a toda costa, la guerra.

No es político bombardear otro pueblo en nombre de tu propia libertad o, peor aún, en nombre de la libertad del pueblo bombardeado. Semejante acción de guerra suele esconder las acciones de saqueo de los recursos naturales de la nación bombardeada, así como su ocupación por vías políticas y con la colocación de gobiernos títeres que suelen venir del tipo de «no políticos» descritos en los párrafos anteriores. Todo lo que no es político debe ser excluido del paradigma del debate político, del espacio de lo público y de la relación necesaria entre las personas que comparten los códigos de la lucha por el poder en el marco del respeto a la vida. Estos últimos si son políticos y no necesitan ser de izquierdas o derechas para percatarse de la existencia de gente que no está en la onda política pero que pretende arrastrar a la sociedad al estado de guerra de perros. Es un logro de la política y de Nicolás Maduro Moros como hombre de la política revolucionaria, haber sentado en el Consejo de Soberanía y Paz de Venezuela a todos los actores que están en la política nacional, desde distintos frentes de participación y en todo el abanico ideológico del país: un consejo que, sin distingo de partidos o elecciones, sabe que sí es político defender la Soberanía y la Paz cuando un imperio trata de imponerse a través de propios y extraños.

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