Tecnología
«Wetware»: Células humanas impulsan la IA del futuro
El proceso inicia con células madre derivadas de la piel humana, las cuales se adquieren en una clínica japonesa, y cuyos donantes son anómicos.
Caracas, 06 de octubre de 2025. Un equipo de científicos en el laboratorio FinalSpark en Suiza está revolucionando la tecnología de la computación con la creación de bio-ordenadores a partir de células biológicas, denominados «wetware».
Son minicerebros artificiales con el potencial de servir como servidores vivos y centros de datos que imitan el aprendizaje de la Inteligencia Artificial (IA), consumiendo solo una fracción de la energía de los sistemas electrónicos actuales.
La creación de “Organoides”
El proceso innovador comienza con células madre provenientes de la piel humana.
Estas células, obtenidas de donantes anónimos a través de una clínica japonesa, son diferenciadas en neuronas y se cultivan en grupos tridimensionales llamados «organoides».
Fred Jordan, cofundador de FinalSpark, destaca la estricta selección de los componentes biológicos:
«Solo seleccionamos células madre procedentes de proveedores oficiales, porque la calidad de las células es esencial.»
Una vez desarrollados, los organoides se conectan a electrodos para intentar utilizarlos como minicomputadoras, lo que implica enviar y recibir señales eléctricas registradas por un ordenador.

El Objetivo de la IA Biológica
La bióloga celular de FinalSpark, Flora Brozzi, está a cargo de gestionar estos delicados organoides.
Aunque los minicerebros no tienen la complejidad de un cerebro humano completo, comparten los mismos componentes básicos.
El principal objetivo es inducir el aprendizaje en estas neuronas biológicas para que puedan adaptarse y responder a tareas.
Brozzi explicó la semejanza con la inteligencia artificial convencional: «Para la IA, siempre es lo mismo. Ingresas algo y quieres un resultado que se utilice.»
Las estimulaciones eléctricas son el primer paso para conseguir que estos bio-ordenadores puedan procesar información de manera análoga a una IA, pero con una eficiencia energética superior.
Los organoides pueden sobrevivir hasta cuatro meses. Jordan mencionó que en ocasiones se observa un fenómeno sorprendente antes de su deterioro, similar a la actividad final en humanos.
«Ha habido algunos casos en los que hemos experimentado un aumento muy rápido de la actividad en los últimos minutos o decenas de segundos de vida», dijo Jordan.
El ejecutivo lamentó que el fin de la vida de un organoide implique la interrupción del experimento: «Es triste porque tenemos que detener el experimento, comprender la razón por la que fracasó y luego repetirlo.»
El proyecto de FinalSpark no solo es una promesa de eficiencia energética para el futuro de la IA, sino también un hito en la comprensión de la computación biológica.
