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Opinión

«Nos hubiéramos quedado con su petróleo»

Lea el artículo del Embajador de Venezuela en Bolivia, César Trómpiz

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En 2023, el entonces expresidente de Estados Unidos, en calidad de precandidato a la presidencia, realizó un acto en el que, con total honestidad, dejó por sentada su posición con respecto a Venezuela. Sus palabras fueron difundidas por todos los medios y las transcribo con fines didácticos: “¿Qué tal? ¿Le estamos comprando petróleo a Venezuela? Cuando terminó mi mandato, Venezuela estaba por caer. Nos podríamos haber apropiado ahí, nos habríamos quedado con el petróleo; estaba tan cerca de nosotros. Pero ahora le compramos petróleo a Venezuela” (Trump, junio de 2023).

Para el entonces expresidente de los Estados Unidos de América, es legítima la apropiación del petróleo venezolano. Por sus antiguas palabras, no hay nada que intuir, sino simplemente saber que, ya en su primer mandato, las acciones que emprendió contra Venezuela tenían el objetivo de quedarse con el control de la primera reserva de petróleo del mundo. Los demás argumentos de su gobierno fueron, y ahora son, sin duda, el maquillaje de su verdadero pensamiento, que quedó grabado en esa intervención de 2023 en la Universidad de Carolina del Norte.

El supremacismo no es el único que quiere nuestro Petróleo

“Quedarse” con el petróleo venezolano forma parte de la misión, visión y acción estadounidense, y constituye el principal motor del despliegue militar en el Caribe. El asunto del narcotráfico y todo lo demás forma parte de una componenda argumental, un intento por revestir de moral el deseo de invadir y controlar el petróleo venezolano. Ya en el gobierno de Barack Obama, el haber decretado a Venezuela como “amenaza inusual y extraordinaria” para la seguridad de Estados Unidos era un paso “necesario” en el camino hacia una invasión.

Retratar a Trump como un político “exclusivo” en estas intenciones es ingenuo. Para los venezolanos está claro que la idea de quedarse con el petróleo de Venezuela es una política continuada de los políticos estadounidenses. Antes de la Revolución, esta política tuvo respaldo en Miraflores por parte de gobiernos entreguistas. Desde que la Revolución Bolivariana tomó control soberano del negocio petrolero y subordinó los intereses de las empresas transnacionales a los intereses nacionales en esta y todas las áreas del desarrollo, el rechazo estadounidense al ejercicio pleno de nuestra soberanía ha ido mutando de táctica, pero no de estrategia.

Tanto demócratas como republicanos están de acuerdo, en el fondo, en establecer una política de presión contra Venezuela para incrementar su posición sobre nuestras reservas petrolíferas; la diferencia radica en cómo abordar, desde la táctica, este asunto. La acción actual ha tomado un enfoque militarista, que busca abandonar cualquier acción política que la Casa Blanca y el Departamento de Estado habían empleado en años anteriores, como golpes de Estado, infiltración de cuerpos de seguridad, compra de funcionarios, etcétera. Pero en la mentalidad de los dirigentes estadounidenses no hay evidencia de intención de respetar la soberanía de Venezuela en este terreno, ni en ningún otro.

La frontera de Estados Unidos, hasta donde llegan sus intereses

En el horizonte estratégico, hay que entender que el concepto de frontera para Estados Unidos podría interpretarse como “límites que llegan hasta donde llegan sus intereses”, lo que significa que las líneas en los mapas del mundo no condicionan la política exterior de Washington. Esta perniciosa concepción de “límites” por parte de EE. UU. justifica el por qué su doctrina de “seguridad nacional” tiene más que ver con lo que ocurre en Medio Oriente que con los ingentes ataques de pistoleros en las escuelas dentro de sus propias fronteras. Y ese concepto de frontera explica también por qué el hambre de petróleo los lleva a actuar contra Irak, Afganistán, Libia, Siria y Venezuela.

El argumento narco esconde al petróleo

La confesión de parte debería ser suficiente para el relevo de las pruebas en lo referente a la política exterior de Estados Unidos hacia Venezuela. Las declaraciones sedientas de petróleo por parte de Trump explican ampliamente el significado de este recurso para la estrategia imperial estadounidense, y dejan claro que no son drogas, sino petróleo, lo que EE. UU. busca en el Caribe. Por ello, la alineación de factores de la ultraderecha venezolana con el discurso de distracción basado en “dictadura” y “narcoterrorismo” no es más que complicidad con la pretensión de dirigir sus naves hacia la reserva petrolera criolla.

Al observar el despliegue argumental contra Venezuela, es imposible no recordar las claves argumentativas que precedieron a la invasión de Irak, Afganistán y Libia. Todas se enfocaron en el terrorismo, la seguridad nacional de Estados Unidos y otra serie de motivaciones que parecían irrefutables, y en las que nadie podía detenerse a defender al país agredido por EE. UU. Está claro que el actual despliegue político-militar contra Venezuela es una nueva forma de apoderarse de nuestros recursos naturales, y es tiempo de que los pueblos y países del mundo hagamos frente a esta amenaza contra la tierra, nuestra tierra de Paz.

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